todo pesa nada
by cristina civale | pagina 12
Junio 2014
El peso de las cosas, de la artista Marina Font, indaga en la intrascendencia de la balanza para medir los límites de lo importante. Amor, cuerpo y muerte en su liviandad y permanencia.
¿Qué sucede cuando al peso de algo se le otorgan nuevos significantes? ¿Y qué sucede cuando intentamos pensar aquello que parece etéreo e inmensurable? ¿Qué reflexiones se disparan si alguien se atreve e intenta pesar las costumbres, las relaciones, lo vivido, la memoria, o la importancia que les damos a las cosas, así como los puentes que van desde nuestra experiencia al recuerdo? Todas estas preguntas constituyeron el disparador, letra por letra, de lo que se formuló la fotógrafa cordobesa Marina Font para realizar la obra que hoy se exhibe en Dacil Art, un conjunto de fotografías a las que llamó El peso de las cosas.
En el espacio luminoso y cálido de Dacil, ubicado en el Pasaje Soria de Palermo antiguo, Font recorre las obras junto a Las12 y explica que cuando habla de peso intenta introducir el concepto ambiguo que se refiere tanto al valor como a la carga que les conferimos a ciertos objetos, todos ellos metáfora o símbolo de valores que envuelven la vida cotidiana y más específicamente la vida cotidiana de una mujer. Font fotografía de frente, con encuadre realista una balanza de cocina que nos cuenta que está rota. La falla no se percibe inmediatamente en la imagen, pero sí se deduce cierta extrañeza al ver que tres cacerolas de acero inoxidable hacen mover la aguja más hacia abajo que una pila de libros que se intuye pesadísima. Esa balanza, la que pesa “las cosas”, es cada vez fotografiada desde el mismo ángulo, en una toma repetida donde lo único que cambia es el objeto a medir y en esa extrañeza que percibe el que mira se produce un alerta. Esa balanza no pesa el peso específico, pesa otra cosa que podríamos concluir que es el valor conferido al objeto y a lo que representa.
Allí hay una cantidad de objetos que vienen del mundo femenino, o mejor del mundo femenino estancado en una idea de mujer inmóvil atrapada entre la belleza, la cocina, la tentación y el pecado, la liviandad y el vacío.
Así sobre la balanza Font pesa una manzana, roja rojísima, igualita a la que imaginamos que mordió Eva en el relato bíblico y dejó para siempre el lastre de parir con dolor según el cuento del nacimiento de la vida hecho por el cristianismo. Y también pesa un colorido set de ruleros, los mismos con los que la generación de su madre se ataban la cabeza cada noche para responder al canon de belleza de mediados de los ’70. No importa cuál es el objeto, lo que parece pesarse es la carga-valor del canon y su imposición como norma.
Y hay un pájaro muerto y un nido, liviandad y hogar representados en esas “cosas” concretas, y los ya mencionado utensilios de cocina, el lugar de la mujer en la casa cuestionado arriba de una balanza que estalla con ellos sobre su bacha.
Las fotografías también pesan en su falsa inocencia. La exactitud del registro fotográfico, el realismo extremo que hace creer que las cosas que están ahí, casi tangibles, las cosas referidas se tocan en su impostada tridimensionalidad y no se pesan con el valor de la balanza, sino con el valor que le confiere el ojo de la artista.
Es un juego de sinestesia calibrar el peso en una balanza fallada. Hay un truco, la falla que no se ve y se intuye en la visión del conjunto es el mayor logro de esta muestra al construir con sutileza un cuestionamiento a la verdad y a la esencia, más que al peso de la cosa, a lo que la cosa es en realidad, y de ahí –recién ahí– se llega al peso como valor.
Explica Font: “Construyo relaciones visuales a partir de diversos objetos dispuestos o ensamblados sobre una balanza de uso doméstico. La balanza usualmente nos provee de una información precisa, sustancial, física, relativa a un objeto, pero aquí está desposeída de su capacidad intrínseca de pesar. La balanza funciona como constante visual presente en cada imagen, y cada uno de los objetos sobre ella se conecta poéticamente con lo que ese objeto para mí representa. Además de aludir a los objetos que poseen un significado específico –como el reloj al tiempo–, pretendo también reflexionar metafóricamente sobre aquellas cosas que no pueden pesarse físicamente, pero a las que damos lugar en nuestra vida y forman parte de nuestro camino. Intento así interpretar o materializar de alguna manera el peso del vacío, de los vínculos, de los sueños desatados, los recuerdos, la dependencia, o de todas aquellas acciones o hechos que vivimos y repetimos en nuestra cotidianeidad, y en los que habitualmente no nos detenemos a pensar, o a ‘pesar’”.
Font nació en Córdoba en 1970 pero se formó en Boston y actualmente vive en Miami donde trabaja y crea desde hace 17 años junto a su marido y a su hijo, una familia itinerante que pasó por otras ciudades antes de hacer esta parada en la ciudad más caribeña de Estados Unidos. Entre Los Angeles y Bogotá se fueron moviendo hasta llegar al Caribe yanqui, donde expone con regularidad en galerías y museos de arte contemporáneo.
El peso de las cosas es su primera muestra en Buenos Aires y sigue los lineamientos de su obra anterior. Desde el comienzo de su carrera, Marina Font se interesó por la exploración de problemáticas de género e identidad, “asumidas éstas desde el cuerpo femenino y en tanto expresión de ciclo, capacidad y regeneración, donde la impronta del psicoanálisis es fundamental”.
La balanza que miramos tiene algo de balanza en el diván. Font se dice inspirada en la noción freudiana de la mujer como “continente oscuro” y desde ese concepto armó su muestra inmediatamente anterior, Untitled (Inheritance), que en 2011 fue expuesta en la prestigiosa galería Dina Mitrani, en el Wynwood District de Miami. Allí planteaba un sugestivo acercamiento al cuerpo femenino a través de fotografías intervenidas de pequeño y mediano formato así como instalaciones que exploraban, desde una perspectiva poético-científica, la condición femenina en medio de la sociedad patriarcal que todavía hoy pretende pautarnos la vida. Así las describió la curadora Janet Banet: “Impresas en algodón y bordadas en hilos e hilazas, las fotografías de Font, montadas sobre madera, constituyen cartografías de la existencia femenina. Todas, invariablemente sin título, reflejan la existencia en tanto aporía. La persistencia del hilo en tanto trazo, huella indeleble –extensión y trampa– pareciera acentuar ese arquetipo harto traído y llevado de las Parcas: esas apacibles hilanderas, entregadas a la reposada faena de entretejer la lana con finos hilos, marcando en cada puntada el destino del humano. En este sentido parece reafirmar la presencia de esta metáfora como hilo subrepticio que alimenta la muestra. Concebido como tríptico (las Parcas eran tres, cada una encargada de un momento de la vida: nacimiento, desarrollo y muerte), la verticalidad del mismo acentúa la idea del destino”.
Lo que en la muestra anterior hacían los hilos y los tajos, en la muestra de Dacil Art lo hace esta balanza trunca y repetida, el elemento cómplice del que ahora se vale Font para hacer su “statement” del mundo y pesar el valor de la existencia, ni más ni menos. La Parca renace con otra arma.
Así, toda la muestra es una indagación que coquetea con las valoraciones subjetivas de los elementos determinantes de la vida valiéndose de la metáfora del peso específico y relativo de ciertos y puntuales objetos cotidianos.
Es osada y se atreve a insinuar tanto el peso del vacío como el de los sueños, los vínculos y nuestra dependencia a ellos. Un pájaro muerto, un mechón de pelo, la lana y los hilos que vienen como invitados de su muestra anterior, el aire, un globo, tres casitas blancas de primorosa madera, una torta de cumpleaños, una taza de café, un trofeo deportivo... Todo pesa pero pesa distinto de su peso real. ¿Real? ¿Qué es real aquí? El valor desplaza la corporeidad y así surge el planteo estético y ético de la artista.
Concluye Font: “El peso de las cosas, mi búsqueda en torno de los objetos, se centra en descubrir qué simbolizan, cuál es el estímulo por el que éstos llegan a nuestros sentidos de modos diferentes. Son cosas que se usan, se adquieren, heredan, conservan, evocan, y que contienen sus tiempos de vida y elementos definitorios de nuestra existencia, junto a los relativos pesos emocionales que les adjudicamos. Al fotografiar a estos objetos e ideas durante el acto de pesarlos virtualmente, exploro la capacidad que tiene cada uno de ellos de alegorizar más allá de su función real, o de remitir al símbolo que representan, y así juego con las posibilidades de que estas construcciones visuales sugieran nuevos encuentros y significantes al espectador”.